estaba fresco el verano

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martes, 19 de febrero de 2008

Lugones y Borges en el Totoral

El homenaje a Leopoldo Lugones en Villa de María del Río Seco terminó en un gran papelón. Y es una suerte que así haya sido. Esto desnuda la incompetencia de los funcionarios de cultura que tenemos en esta provincia.
Pero no pongo en tela de juicio estas asociaciones de escritores que pululan a lo largo y a lo ancho de este país porque son muy simpáticas. Son escritores, escritores aficionados, escritores al fin. Gente buena que se dedica a aburrir a sus semejantes. Y no a hacer daño como hace mucha gente.
Resulta que a Nilo Amadeo Comba Esquivel y Rosa Gómez Villa de Escritores Cordobeses Asociados (ECA) le encargaron la misión de elegir un par de poemas para ser leidos en el acto que contó con la presencia de María Kodama, una mujer sin mucho sentido del humor.
Nilo leyó uno de Lugones y Rosa debía leer uno de Borges. Pero Rosa que a Borges lo debe haber leído muy poco, metió la pata, leyó Instantes un poema adjudicado a Borges, pero que no le pertenece.
El hecho le hubiese divertido a Borges, pero no le causó ninguna gracia a su viuda. Kodama se enojó, interrumpió el acto para explicar el asunto y la noticia corrió como un reguero de pólvora sacudiendo las redacciones para arrancar carcajadas a periodistas y lectores.
Parece una broma urdida por Borges. La historia del poema Instantes y la supuesta autoría de Borges también. Hace unos 15 años, el poema circulaba de mano en mano como pan caliente y cientos de argentinos descubrían el talento de Borges por un poema que el no había escrito. En los escritorios de las administraciones públicas, en los escritorios de los funcionarios, debajo del vidrio saltaban los versos de ese poema apócrifo con los que muchos argentinos sensibles querían posicionarse como hombres cultos.
Esto también suena a broma borgeana.
Se sabe que entre Borges y Lugones no hubo buenas relaciones. Borges se ocupó de desplazar a Lugones de su sitio intocable de escritor nacional y lo logró. Primero lo destrozó y luego le rindió homenaje en uno de sus memorables prólogos.
Si hay cielo, o infierno, lo mismo da, es seguro que Borges y Lugones deben estar festejando este equívoco originado en la improvisación y en la ignorancia.

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