estaba fresco el verano

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lunes, 27 de octubre de 2008

Un estafador que merecía mejor suerte

Foto de la película Escape salvaje- Brasil: algo así debe estar soñando nuestro querido estafador.

Los estafadores me caen simpáticos. Sobre todo ese tipo de gente que está a la pesca de ilustres hijos de putas adinerados. En cambio detesto el estafador político, el dirigente entrenado para vivir del engaño. Estos son criminales, es otra cosa. Los estafadores de inversionistas, por ejemplo, merecen mi admiración. No utilizan armas, no matan a nadie y encima joden a una manga de guachos que se dedican en serio a cagar a la pobre gente. Este es el caso de Raffaello. De Raffaello Follieri, un estafador que mereció mejor suerte. Es una pena que el juez federal del distrito de Nueva York, John G. Koeltl, lo haya condenado a cuatro años de prisión después de haber garcado a una especie de las más detestables del planeta: los inversionistas. El tipo que estafa inversores es un revolucionario, merece ser condecorado. ¿Y qué tienen de malo los inversores?, en general es gente muy podrida y cagadora que ha estafado a muchísima gente para hacerse rico, tanto para no saber que hacer con el dinero mal habido. Forman parte de una masa viscosa del flujo financiero que se mueve siempre aunque vos duermas, de un país a otro con fines depradatorios. Esto para los economistas es muy bueno, para nosotros, la gente común estos tipos son unos hijos de puta. A si de simple. Por eso celebro la existencia de tipos como Raffaello, que vivió varios años de festichola patinando la guita de los inversionistas que creyeron de las influencias de Raffaello sobre el Vaticano, para conseguir propiedades baratas que la Iglesia santísima estaría dispuesta a negociar. Un grosso, Raffaello, garcó a los rapiñeros en el nombre de la santa Iglesia. Y eso no es todo, el tipo se curtía nada menos que Anne Hathaway. Uno se pregunta como, Raffaello no se encontró antes que los rusos con el turista espacial Richard Garriott que acaba de regresar a tierra después de doce días en el espacio. El cabrón este pagó 35 millones de dólares solo para darse un gusto, y seguro que le paga a la empleada doméstica portorriqueña 100 dólares mensuales. Este encuentro hubiese propiciado un final feliz para esta historia del turista, de que Garriott quedara flotando definitivamente en el espacio buscando la mano del Señor.