estaba fresco el verano

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jueves, 3 de junio de 2010

Pelé tampoco está


Por Rodrigo Ramallo
El mundo llora la ausencia de Adriano, Zanetti, Cambiasso. Llora Brasil, Argentina y también Italia. Lloramos nosotros, los que gozamos de la segunda maravilla que Dios puso sobre la tierra: el fútbol. Porque es sabido que la primera maravila es EL EQUIPO de fútbol: Talleres.
Porque si existe una especie peor que el periodista económico es el periodista deportivo; seres que determinan con total impunidad de la palabra que fue justo el triunfo en el minuto 48 con gol en contra. Porque sabemos que la justicia no existe. Y gracias a la falta de ella, estos seres, escondidos detrás de iniciales o pseudónimos se ¿olvidaron? de escribir que el gran ausente en Sudáfrica de 2010 es Pelé.
Porque ni el más eximio periodista deportivo de nuestro país no tiene registro alguno del gol de Pelé, que si bien no cambió la historia, jamás se borró de las pupilas de quienes presenciaron tan maravillosa escena que fue la prueba más contundente de la existencia de Dios sobre la tierra.
Dicen que ocurrió en el minuto 44 del tiempo complementario. El equipo de Pelé estaba abajo 1-0. No había posibilidades reales de igualdad. Mucho menos de revertir el resultado. Porque si bien es cierto que el saque de arco era favorable al “equipo de Pelé”, las posibilidades de que esa posibilidad traspasara los límites de las posibilidades posibles que se abarajaban en ese mar de posibilidades, era de 5 en 100. Vale la pena aclarar que ese 5 por ciento se confeccionaba de la siguiente manera: 1 por ciento producto de la destreza y habilidad deportiva del “equipo de Pelé” y 4 por ciento del azar. Pero es sabido que cuando el azar se combina con la destreza generan cosas como la que sucedió aquella tarde.
Porque aquella vez el arquero decidió en menos de dos segundos que, ante la apremiante situación deportiva la única salida era lograr el milagro que sólo llegaría a través del azar. Porque para los que estamos acostumbrados a perder, la “salvación” sólo llega por azar.
Porque el azar se apoderó de la pierna derecha del guardameta, quien levantó la mirada al cielo en plan de plegaria y decidió, unilateralmente, que el futuro y la dignidad del partido dependía de la decisión que tomara en ese instante de presión.
Porque es en ese instante (de presión) donde un jugador convive con los concejos del director técnico entremezclado con los insultos y escupitajos proveniente de la hinchada.
Porque es en ese instante (cuando te golpea el escupitajo) en donde el deportista, en un dejo de honestidad y sincericidio brutal, dice y le dice al técnico y a la hinchada con el mayor orgullo humamo: “¡Chúpenme un huevo!”.
Porque es en ese “¡Chúpenme un huevo!” donde aquella vez el portero decidió que la única salida para el partido y para su sistema nervioso era chutar el balón hacia delante. Y el balón salió. Y la pelota subió y voló y no caía. Parecía que jamás iba a caer. Tan alto subió y voló y viajó que fue de un arco a otro. Y es sabido, cualquier periodista deportivo que se precie de serlo lo sabe, que un tiro de arco a arco jamás termina en gol. Pero aquella vez fue la excepción. Aquella vez fue un milagro. Azar, para algunos. Para el mundo, azar era “Pelé”.
Porque Pelé, mirando fijo ese balón que caía como un regalo del cielo decidió, también unilateralmente, que la única posibilidad real de que esa esfera finalizara adentro de la red era saltar hacia atrás, poner la espalda paralela al suelo, inclinar el mentón hacia el pecho y hacer la gran “chilena”, acariciando la pelota con el empeine izquierdo.
Sí, te imaginás bien: esa pelota terminó del lado de adentro de la red. Y el estadio estalló. Eso también lo ignora el periodismo deportivo.
¡Hasta Dios se abrazó con el azar, aquella vez! Y eso también lo ignoran los periodistas deportivos…Y lo que no se preguntan los periodistas deportivos es por qué Diego Armando Maradona no convocó a Pelé. Porque Pelé, ese Pelé, es argentino y cordobés.
Porque esa “chilena”, Pelé –que fuera de la cancha se hacía llamar Gonzalo- la llevó adelante en el partido más importante de nuestras vidas: en el clásico que Biblioteca Popular Alberdi disputó con Diablos Rojos, equipo de que funcionaba frente al Cementerio, hasta que los desarrollistas urbanos decretaron otra cosa.
Por eso te digo: ese Pelé merecía ser convocado por Diego. Porque de vez en cuando, aunque sea muy de vez en cuando, es necesario que Dios y el azar se den la mano y le hagan un guiño a un pibe de la calle Pedro Chutro casi esquina 9 de Julio que tanta alegría nos dio.