estaba fresco el verano

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lunes, 22 de septiembre de 2008

Luna de miel en Sharm-El-Sheik


Un relato de Oscar Gonzáles Aguirre (también le pertenece la fotografía)


La verdad es que no sé còmo contarte esta historia. Soy fotògrafo, o sea un desastre escribiendo, pero creo que vale la pena contarla. Veamos.
Rocco tiene 82 años.
A lo largo de tres dècadas llevò la sufrida, difìcil vida de los campesinos recolectores de aceitunas en Magreta, un pueblito perdido cerca de Mòdena, en la Emilia Romagna. Durante la Segunda Guerra fuè partigiano, se batiò valerosamente en la Resistencia contra los nazis y terminò el conflicto en un campo de concentraciòn en Polonia. Despuès, y hasta hace algunos años, trabajò como electricista en una empresa constructora. Las manos de Rocco te cuentan su dura historia de obrero. La digna sencillez de su casa en Magreta y su mirada cansada, tambièn.
En 1952 se casò. Ella, Brunella, tiene algunos años menos, pero las mismas penurias, las mismas privaciones. No es fàcil mantener seis hijos, hacerlos estudiar con sacrificios y esfuerzo, ayudarlos a crecer, para una pareja de campesinos. Tienen no sé cuantos nietos, algunos viven con ellos en el pueblo, los ayudan a buscar leña en el bosque cuando cae la nieve. Ya cuentan màs de medio siglo de casados. Brunella y Rocco son muy queridos y respetados por la gente del lugar.
“ … No se preocupen, estaremos bièn … “ està escrito en la nota que lee el sargento Breglia, de los Carabinieri. Dos de las hijas de Rocco tienen una expresiòn angustiada y algunos de los nietos lloran quedamente en la cocina. Unos agentes estàn revisando la casa sin saber què buscar, inspeccionan el pajar y el taller. Nada. Brunella y su marido se han ido la tarde anterior y lo ùnico que hay es esa nota, con la inconfundible caligrafìa de Rocco. El viejo furgòn està estacionado en la calle, como siempre. La policìa ya ha verificado las casas de los otros hermanos en distintas ciudades sin aclarar nada. Lo ùnico que queda por hacer es hablar pacientemente con los habitantes del pueblo y, por supuesto, todos en Magreta estàn dispuestos a colaborar.
A la mañana siguiente, el sargento Breglia pasa por el bar, por las casas de los amigos, recorre las chacras aisladas, pregunta a los dos cirujas del pueblo, llama a la puerta de otras casas al azar. Despuès de comer se llega hasta la tabaquerìa. Nadie sabe nada. Cuando sale, la dueña del local lo alcanza, le dice que no deberìa decirle, que es privado, pero que acaso sea importante: la semana pasada Rocco ganò doce mil euros en el juego del Super-Lotto, le diò el comprobante oficial, solo puede cobrarlo en un Banco en Mòdena. Dos o tres llamadas telefònicas, lo cobrò hace cuatro dìas en un tràmite personal, a Breglia la cosa no le gusta nada, lo que se dice nada, entendès. El conductor del òmnibus que pasa una vez al dìa en direcciòn a Bologna no recuerda bièn, podrìa ser que lo hayan tomado, no le puedo asegurar, sargento.
Capitàn – dice Breglia – quiero intervenir el celular de Natalia. El capitàn lo mira asombrado, le dice: -- Breglia, ademàs de viejo estàs medio loco, me preocupas, ya sé que es una nieta de Rocco, pero no puedo intervenir el telèfono de una nena de doce años.
El sargento de queda inmòvil, miràndolo, y ya se sabe que cuando Breglia no dice nada, es que piensa algo serio.
-- Por què querès interceptarle el telèfono ?
-- Porque es la ùnica que no llora.
Lo intervienen. La nena es la preferida de sus abuelos y es la ùnica que sabe el secreto. Para hacèrtela corta: estàn en Egipto. La funcionaria del Consulado Italiano y los dos policìas locales ubican el hotel por el nùmero telefònico, el Heinan Coral Hotel, tienen una habitaciòn doble, con vista a la bahìa, pagada por cinco dìas, los empleados les dicen que han bajado a la playa del Shark-Bay-Bar, te das cuenta que no es difìcil encontrar a una pareja tan particular.
La mujer del Consulado se presenta y Rocco no tiene inconveniente en explicarle todo. Los policìas egipcios se ubican al toque, los dejan charlar tranquilos, Señora, estamos acà cerca, a sus òrdenes. Se alejan y quedan repentinamente interesados en un partido de beach-voley, bueno, no jodamos, lo que operativamente les importa son los culos demenciales de las brasileras que estàn jugando, criaturitas de Dios, que querès.
Rocco y Brunella conversan animadamente con la funcionaria, le cuentan del casamiento en el 58, comieron un cordero que pudieron comprar con ayuda de los amigos, se fueron a dormir a la hora del crepùsculo, vos harìas lo mismo si tuvieras que levantarte a trabajar como bestia a las cinco de la mañana. Esa noche hicieron el amor -- hicimos el primer hijo, corrige Brunella – y Rocco le prometiò que algùn dìa la llevarìa en viaje de bodas a ese lugar de nombre raro, en la costa del Mar Rojo, para ella un intenso sueño inalcanzable.
-- Por què no le avisaron a nadie – pregunta la enviada consular.
Rocco mira con ternura a su esposa, le hace una casta caricia, responde: -- Nunca nos hubieran dejado venir solos.
La funcionaria, ya sin palabras, se aleja lentamente, pregunta a los policìas si le pueden conseguir una cerveza, los policìas pueden, consiguen seis botellas, faltarìa màs. Se quedan ahì, en la arena, en silencio, mirando el mar.
Y bajo la sombrilla que tiembla suavemente en las alas del viento, al borde de las olas, ganados definitivamente por el amor y los recuerdos, Brunella y Rocco estàn viviendo su luna de miel en Sharm-El-Sheik.