estaba fresco el verano

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viernes, 18 de diciembre de 2009

Mi viejo debe estar contento, Banfield al fin salió campeón

En donde esté, mi viejo debe estar muy contento. Debe estar contento porque mi viejo era hincha de Banfield, el único hincha de ese club que yo conocí personalmente. Mi viejo se hizo hincha de Banfield cuando vivía en Buenos Aires, en Avellaneda, a dos cuadras de la cancha de Racing. ¿Y por qué no se hizo hincha de la academia? Simplemente porque en el segundo gobierno de Perón, en Avellaneda todos eran de Racing y de Perón, y mi viejo con el general no se llevaba bien. En esos años, Banfield y Racing jugaron una final, y según dice mi viejo, al Taladro le robaron el partido. El lunes siguiente del partido le pusieron sobre la mesa de trabajo de mi viejo, una bandera de Racing que él quemó en la caldera de la fábrica. Gran escándalo. Según mi viejo desafió a los racinguistas a las trompadas, pero nadie se le animó. Capaz que sea cierto, porque para ciertas cosas era medio temerario, no medía las consecuencias. Alrededor de aquel partido se tejieron mil historias. Racing, para todo el mundo era el equipo de Perón, pero Evita, con la que si tenía simpatías mi viejo, se había manifestado a favor de que un equipo chico como Banfield ganara esa final, pero la cosa no fue así, porque para la Academia jugaba Mario Boyé, un jugador extraordinario que de un zapatazo condenó a Banfield a la espera de la gloria por cincuenta años más. Mi viejo se murió hace casi tres años y no pudo ver en vida a su equipo campeón, hoy yo celebro por él, por esas hazañas de los menos poderosos que a él tanto le gustaban.