estaba fresco el verano

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miércoles, 7 de septiembre de 2016

EL WING (Textos sobre fútbol)


Por Omar Hefling

No se vaya, pibe. Quédese, gordo tráigase otro tinto. No, deje, pibe, yo invito, faltaba más. Ponga esto: los wines, una raza que se extingue. Como el bolero, como el tango, pibe, se extingue irremediablemente.
Yo creo que al wing lo mató la televisión. La televisión mató al lirismo. Antes, el espectáculo era el wing, pibe, el wing. Entre la línes de cal y la tribuna se dilucidaba el drama humano, la pasión, las emociones, la creación. En ese callejón diabólico había millones de corazones enloquecidos. Después, vinieron los otarios y nos engrupieron.
El fulbo total, puro verso, má qué Bilardo, por favor. Agregaría otra cosa si no es mucha molestia, la televisión y el atleta mataron al wing, pibe, una verdadera lástima.
Somos una raza condenada, una raza que se extingue como los matacos, nos mató el progreso. Una confabulación contra el lirismo, no es otra cosa, fíjese entre la muchacha joven si hay alguien que se defina como wing. Nadie. Tienen vergüenza, como si la palabra wing fuera una palabra maldita. Salvo el maestro Brizuela, ya ni en las radios nos nombran. Jugadores de toda la cancha, por favor.
Sabe una cosa pibe, los wines eran existencialistas. Los wines dábamos cátedra de vida. Y ojo, no cualquiera podía ser wing, no, ni lo piense, había que ser rebelde, problemático, había que tener ángel, como le dicen ahora.
Por eso lo del existencialismo, pibe, uno era wing adentro y afuera de la cancha. No era de poner un muñequito junto a la raya.
Suponga un caso pibe, y ojo, que yo soy muy respetuoso de la religión, supóngase que Dios hubiera sido jugador de fulbo, habría sido un wing, mire lo que le digo, porque ahí se ven los creadores. Ahí, en milímetros, de la nada el creador saca un conejo de la galera.
Porque, guarda, crear en el medio, con espacios, no es ninguna hazaña, pero ahí pegadito a la raya, se la debo.
Yo siempre digo, el wing es como un poeta. Es la misma esencia, pibe.
Y sino mire Discepolín, me juego la cabeza de que si alguna vez se puso los cortos, seguro que jugó de wing, por instinto que le dicen, y sino digamé, en qué otro puesto podía jugar, si hasta tenía cara de wing.
En aquel tiempo, cualquier jugador podía adaptarse a otro puesto, un  marcador podía jugar de central, un ocho correrse como cinco, o póngale un diez como nueve, pero un wing no, un wing no se inventa, viejo; siempre en la raya, en su ley. Un pacto de sangre con la raya y la tribuna porque no hay otra cosa más importante que el hincha.
Además, nadie le perdonaba nada, envidia que llaman, el instinto destructivo del hombre, pibe.
¿El fulbo de ahora? Una porquería, qué quiere que le diga. Gordo, tráigase otro tinto. Mucho laboratorio y poco lirismo. ¿Maradona?
No por favor, no le voy a negar que tiene talento, pero ese muchacho en mi época se la hubiera pasado en el banco.
El dólar también hizo lo suyo, mató el amor por la camiseta, sí, en Bánfield, yo jugué en Bánfield y después terminé con toda dignidad jugando en el interior. Siempre sobre la raya, siempre con el grito de la popular, dale Tanito, vamos Tanito, además quiere que le diga una cosa, para nosotros el gol era una anécdota, un mero acontecimiento. Amague, velocidad, picardía, audacia, mostrar y esconder, pisar y picar y picar y salir como un rayo, magia que le dicen.
No es por mandarme la parte, pero hasta las minas preferían a los wines. El existencialismo, pibe, lo inaccesible, lo que está y no está a la misma vez, se da cuenta.
Sabe qué hacía el técnico después de los partidos, me miraba los tapones y si no encontraba cal, me decía, ojo Tanito, te estás yendo al medio, y los wines Tanito, mueren en el medio.

Del libro: Las baladas del ccorazón rojo - Ediciones Opolop 1993