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martes, 13 de septiembre de 2016

LA VEJIGA DE CHANCHO (Textos sobre fútbol)

Por Omar Hefling

“En todo argentino se oculta un geómetra capaz de darle forma esférica a cualquier objeto hasta convertirlo en una pelota de fútbol para echar así a rodar, la pasión, la magia y la poesía. De este modo, con prosa borgeana, Oliverio Ochava comienza otro capítulo memorable de su libro.
“La pobreza podrá privarnos de todo- sentencia el profesor- pero jamás podrá rapiñarnos de una pelota. ¿Alguien conoce el nombre del inventor del instrumento más eficaz de la dicha que se haya conocido nunca, para millones de seres del universo todo? ¿Alguien le hubiese creído a ese profeta ignoto que al crear una esfera de cuero, a la que para que se forme como tal solo llenó de aire, nos dijera que su invento haría felices a millones de niños a través de los tiempos? ¡Señores como a Jesús, cualquiera de nosotros lo hubiésemos tratado de loco! ¡Benditos sean entonces todos los locos! Señores, ¿quién de nosotros no corrió tras una famélica pelota de trapo, creyéndose Alfredo Distéfano, Adolfo Pedernera, Angel Labruna, Pelé, Bochini, Alonso o Maradona?”, así párrafo tras párrafo, Ochava describe con la maestría de un estupendo narrador una historia sabrosa y conmovedora.
“Vale recordar que hubo épocas en que una pelota era un lujo que los amantes del fútbol no se podían dar. En varias poblaciones del sudeste cordobés, las carencias eran tantas que destinar medias viejas para ese lúdico fin podía ser considerado una ostentación. Es en la necesidad que el hombre agudiza su ingenio. En uno de esos pueblos, General Viamonte, es donde nace la pelota orgánica- según la denominación del profesor- un inmigrante yugoslavo de apellido Grzincich tuvo la feliz idea de tomar una vejiga de chancho para luego inflarla con una bombilla de mate hasta darle la dimensión aproximada de una pelota de fútbol”.
Esta anécdota, para muchos simpática, es para el profesor Ochava nada menos que la génesis de una reglamentación recientemente implementada por la FIFA sin reconocer, como siempre sucede a los pioneros y gestores de la idea.
En esa localidad se realizaban campeonatos de fútbol en canchas reducidas, con siete jugadores por bando en donde las pelotas utilizadas eran las vejigas de chancho. Para cada partido se utilizaba solo una pelota dada la fragilidad de la materia.
Los partidos, en principio tenían una duración de cuarenta minutos, divididos en dos tiempos de veinte, pero en verdad duraban lo que resistiera la pelota.
La “pelota orgánica” podía pincharse en cualquier momento, la duración del partido dependía de la sutileza de los jugadores.
Algunos encuentros culminaban a segundos del pitazo inicial; otros se prolongaban cinco, diez minutos, y en muy raras ocasiones se llegaba al final del encuentro por las pericias de dos equipos atildados.
En la reglamentación se privilegiaba la destreza, por ejemplo una tapada brusca e innecesaria le podía costar al protagonista de la acción, la descalificación de su equipo. Según las disposiciones se trataba de infundir a los jugadores a darle un trato amable y afectuosa a la pelota.
Los carniceros del pueblo aportaban gratuitamente las vejigas, las que luego de infladas se cubrían con un lienzo húmedo para evitar el resecamiento de las denominadas por el profesor “pelotas orgánicas”.
Ochava asegura que esta modalidad le fue informada por él a Joao Havelange hace mucho tiempo y asegura que ésta habría sido el origen de la “muerta súbita” en el futbol actual.

En este capítulo el profesor exigía un justo un homenaje a esos pioneros en el mundial de Francia, reclamo que finalmente fue ignorado por los insensibles dirigentes del fútbol mundial.

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