Omar Hefling
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Si veinticinco años atrás nos
hubiesen propuesto imaginar como sería el fútbol de hoy no hubiésemos podido ni
sospechar la irrupción de una idea de juego como la que despliega el Barcelona,
y menos dentro de esa dinámica de equipo la presencia de un jugador
extraordinario como Lionel Messi.
Después de Diego Maradona nuestra argentinidad futbolera tenía un límite
de magia. Tampoco, ni en delirios se nos hubiese ocurrido que quién desafiara
su trono fuera también un jugador argentino.
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Un poco más de un cuarto de siglo
atrás, para un desafío profético fue convocado por la Universidad de Harvard,
el escritor italiano Italo Calvino. Le
fue propuesto escribir para luego dictar, seis conferencias en torno a los
rasgos que según él debería poseer la literatura del siglo XXI. Calvino se
murió y no pudo dictar sus conferencias que tituló “Seis propuestas para el
próximo milenio”. Muerto Calvino se editó un delicioso libro con ese nombre,
libro que venía con una mezquina sorpresa, las conferencias que había dejado
Calvino escritas no eran seis si no cinco en este orden: levedad, rapidez,
exactitud, visibilidad, multiplicidad. La sexta no llegó a escribirla, pero el
título que le dio y los garabatos que insinuó huelen a una buena dosis de humor
negro si se trata de la vida de un escritor: la consistencia. A esa última
conferencia la pensó pero no llegó a escribirla porque antes lo llamó la muerte
a dar su propia conferencia de prensa.
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Releyendo el libro de Calvino
pensé que esos seis epígrafes sobre los rasgos que debería tener la literatura
del siglo xxi bien podrían extrapolarse a las cachetadas y con impunidad
especulativa, caprichosamente con la obra que viene gestando Lionel Messi cada
tres, cuatro días, a veces siete días ante multitudes delirantes. Que lo que
imaginó Calvino para la literatura no se materializó en ella, sino en otro
arte, el arte de jugar al fútbol, y que lo que Calvino pensó para las letras lo
escribe y representa según sus especulaciones, un jugador de fútbol argentino
llamado Lionel Messi.
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En el texto sobre la levedad,
ante la pesadez de la escritura tradicional y sus convenciones Calvino
reivindica la suspensión atómica de la naturaleza. Se distancia del mundo sin
perderlo de vista. Especula que la escritura es en el libro lo que el byte en
la pantalla, abisma lúcidamente esa
transformación. La escritura deberá tener la ligereza del vuelo de los pájaros.
Y Lionel Messi efectivamente, arrancó el juego del fútbol de la pesadez para
ponerla en esa levedad de la suspensión atómica, siempre a ras de suelo sus
aleteos pajarísticos escriben con sus botines la mejor literatura del siglo
veintiuno. Calvino sostiene que la literatura del siglo veintiuno deberá huir
de su función existencial hacia la levedad para contrarrestar el peso de vivir.
Que solo lo liviano rápido y sutil aliviará la angustia de ser parte de este
mundo. Que la levedad es un valor y no un defecto. En ese sentido es Messi el
escritor que mejor representa ese mundo lejano que imaginaba Calvino.
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En la rapidez Calvino parece
darle un pase a lo Iniesta a Messi al señalar y dejar claro que en la velocidad
cibernética que se viene y él intuye (escribió esto en 1985) Calvino no va a salir a marcar la
cancha resaltando los valores de la lentitud.
Avizoró el futuro parando la pelota sobre el área de sus sesos, muy al
tanto que el cerebro es rápido y más aún si se le induce una chispa a la
inteligencia. En definitiva Calvino proféticamente se anticipó a una idea que
arrea en estos tiempos a los cibernautas, que suelen confundir rapidez con
precipitación. El pensamiento de Calvino nos advierte que solo se puede ser
rápido si se es preciso. Me juego la vida que Messi jamás leyó a Calvino, es
más que no tiene la más remota idea de quién es Italo Calvino, y que si alguien
le pregunta si sabe quién es, Messi arriesgue para no quedar encarcelados en
sus silencios indescifrables, que le parece que es un mediocampista de la
Sampdoria que alguna vez le supo pedir la camiseta. Pero con lo que profetizó
Calvino Messi revolucionó el fútbol, porque Messi no es más rápido que nadie,
entre tantos que hubo, sino que en la velocidad es preciso, una precisión casi
indetectable para los ojos del espectador que lo ve en el estadio, que advierte
ese detalle cuando vuelve a ver la repetición de los goles en la televisión y a
veces en la morosa detención del tiempo, en esa irrealidad que es la acción en
cámara lenta.
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Calvino sostiene en el texto
sobre la exactitud, que en los textos breves se encuentran los grandes
destellos de la imaginación. Y en el fútbol actual Messi es un genial escritor
de cuentos breves. Construye durante noventa minutos una serie de episodios
breves asombrosos. En este capítulo Calvino lo hace jugar a Jorge Luis Borges.
Calvino admiraba de Borges su lenguaje de absoluta precisión y exactitud “en la
variedad de los ritmos, del movimiento sintáctico, de los adjetivos siempre
inesperados y sorprendentes”, de este modo bien podríamos relacionar a Messi
con esa escritura de Borges que admira Calvino. Las intervenciones breves con
consecuencias inesperadas y sorprendentes. A diferencia de Messi y su escritura
breve, Maradona parece un poeta empecinado en escribir una novela que nunca
termina de escribirse. También en la exactitud Calvino se perfila realmente
como un profeta al anunciar sin que nadie logre descifrar en qué momento
desencadenará el nacimiento en el nuevo milenio de esa idea, al lanzar un centro
perfecto dirigido al área defensiva de la creencia popular que en materia de
exactitud no difiere de las creencias de los científicos. Calvino nos sugiere
que la exactitud no es hallar la palabra exacta, la exactitud es la búsqueda en
la imaginación de las combinatorias de un orden preciso, Calvino murió sin
siquiera sospechar que hoy aquello que elucubró de algún modo funciona fuera de
la literatura, que ese concepto ha operado con eficacia en el universo de la
publicidad y del marketing donde la imaginación se somete o armoniza al orden
preciso del mensaje. No sabemos cómo Messi sin leer a Calvino, sin sospechar
quien era se encontró con la idea madre de la exactitud de Calvino. Tal vez en
un baldío en la ciudad de Rosario, o luego en la Masía, o en Barcelona en donde
bien podemos suponer que comenzó a intuir una imagen que nunca vio y que tal
vez solo configuró a través de los recursos estilísticos de un relator de
radio. En el campo popular la imaginación elabora combinatorias hasta alcanzar ese orden, la imaginación nos
empuja a una serie de hechos precisos, es la imaginación que en medio de las
ideas erróneas de las creencias populares pudo haber investido a Lionel, en el
escritor de las combinatorias de su lenguaje, en el arte y la sensibilidad con
la pelota, esa implosión colectiva que cualquier lenguaje o idea necesita para
fundirse en una sola cosa.
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En la visibilidad Calvino tiene
la certeza de que el hombre del siglo veintiuno se comunicará a través de las
imágenes, que las imágenes determinarán todo lo que existe. Dirá que el
escritor deberá soslayar las regiones oscuras de su mente para convertirse en
una especie de editor de su propia memoria. El escritor deberá abandonar el
paraíso de la representación para hacerse visible en el imaginario de los
lectores. Y es aquí donde Diego Maradona y Lionel Messi se separan, se
diferencian como los dos máximos exponentes de épocas distintas. Maradona el
mago con la pelota cautivó al planeta porque en su magia y habilidades millones
de sus devotos vieron sus deseos de gambetear mucho más que a sus rivales para
conseguir una victoria. Lo que transmitía su cuerpo era mucho más que
habilidades. En cambio Lionel Messi es como imaginó Calvino solo visible en sus
acciones en el campo de juego, no representa nada más que las imágenes que el
espectador-lector edita, es el espectáculo pero fuera del campo es un hombre
invisible como bien señaló el poeta Fabián Casas, no representa absolutamente nada. Es el
engranaje perfecto que necesita y exige el gran y oscuro negocio del deporte a
escala planetaria dentro de la volatilidad corrosiva que ha alcanzado
actualmente el capitalismo. Salvo su idea colectiva del juego.
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En la multiplicidad Italo Calvino
nos invita a olvidar las ideas enciclopédicas del conocimiento. Invita a los
escritores del porvenir a intentar un lenguaje sin barreras, a buscar en la
escritura el libro que abarque todos los libros, una parábola que contenga
todas las dimensiones, una idea también borgeana. En este punto nos aproxima
también a una idea spinoziana al deslizar que la totalidad solo es concebible
como potencia. Messi no será el Aleph pero le anda cerca. Calvino se propuso
para escribir estos textos un diálogo con sus autores preferidos y sus obras, y
si volvemos nuestra mirada hacia el mundo del fútbol es Lionel Messi el que
mejor sintetiza en su juego la influencia de otras poéticas apenas insinuadas
en esa decena de jugadores grandiosos que han escrito la historia universal del
fútbol.
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En definitiva el acierto de las profecías
calvinistas siguió el trayecto de casi toda acción profética, acertar pero
lejos del sitio hacia donde el profeta dirigió la mira. Es más o menos lo mismo
como apuntarle al cura y pegarle al campanario.